A ciertas horas
el deseo no requiere sutilezas.
Pero siempre se agradece
algún leve atisbo
de aquello que alguien llamó
amor.
Te vuelves loco,
más que de costumbre,
y simplemente no hablas,
solamente actúas
y bebes
y afrontas tu cuerpo
contra los cuerpos,
y afinas tus experiencias,
viviendo las palabras con los ojos.
Mojas, humillas, cansas, miras.
Actúas y actúas.
Desatas, atas, lames, dejas huellas
y a veces incluso caricias.
Las nubes se van cerrando
y abriendo, vienen pupilas
y se inundan.
Los cielos se abren aún más
con estalactitas de poder,
con saliva antigua
con la ilusión de no saber
dónde va a acabar todo.
No sólo en el espasmo,
o en los miles de espasmos,
sino llegar hasta el alma
que no siempre recuerdo,
alcanzar aquella Ítaca
dónde nadie vence ni es vencido,
dónde el deseo es otro mundo
y la conciencia te cambia.
El deseo no requiere sutilezas.
Ésa belleza por sí misma basta.
Me suena ese deseo de ciertas horas, aunque hoy me suena a pasado. Me gusta mucho cómo lo describes y algunas imágenes me llegan dentro, como "viviendo las palabras con los ojos".
ResponderEliminarUn saludo