Tu mirada
me rompe los esquemas,
esos que yo siempre ignoré.
Me llena de locura.
Me llama a la fantasía.
Eres inaudita, inconcebible.
Verte en esas fotos
me provoca cardiopatía congénita
y deseo más allá de las estrellas.
Eres una niña delirante,
demasiado limpia,
completamente alucinante,
una especie que no existe.
Busco alevosía en tus ojos
y despistes en tus labios
pintadísimos de rojo,
tienes un rosal entre las manos
y tu espalda acaba en fragancias
de maduros arándanos.
Casi diría que ésto me parece amor,
o un despiste del placer que no se dió.
Sonríe y déjate llevar,
entonces me acabarás por completo.
Y el furor de la tierra volviendo siempre
hace que te piense,
que mis sueños se ceben en ti,
en desairarte,
en debilitarte,
y que tu poderosa estampa
se convierta en mi postal del invierno.
Madre mía, Miguel, que poema más precioso.
ResponderEliminarMe gusta mucho más cuando te pones así de dulce que cuando te pierdes entre humo y niebla.
Un beso enorme, mi niño.
Espero que esa mujer exista...
ResponderEliminarUn poema muy hermoso dulce como la miel me encanta.
ResponderEliminarBesos amigo que estes muy bien.
Ya lo creo que existe y tiene nombre y apellidos realmente es una postal del invierno, pero un invierno hirviente casi infernal un invierno extraño donde brotan las flores y donde los besos son caricias y las caricias te llevan a otro planeta...........con muchísima agua pero completamente deshabitado dónde todo el planeta está concebido para perderse tocarse y no pensar en nada más que los cuerpos sólo los cuerpos
ResponderEliminarjajajajjaaja
ResponderEliminarAhora ya lo entiendo, mi niño.
Qué loquito estás...pero me encantas!!!