Después de doce horas trabajando
vuelvo entre triste y sin deseos a mi casa.
Ni siquiera las mujeres me hacen levantar la vista del suelo.
La policía me multa por mirarles a los ojos,
los niños me miran
y yo sigo en una aparente indolencia.
Tiemblo de pensar en mañana
pero sigo sin immutarme
como recién levantado de la tumba.
No quiero otra vida como ésta
ni tengo fuerzas para cambiarla.
Me he parado en un bar
y me bebo una cerveza,
ya son más de las ocho
y estoy demasiado fuera de todo.
Dentro de un rato deberé de llorar.
Pero me tomaré varias cervezas más.
La noche de hoy me da dolor de cabeza,
tengo mis nervios de nuevo andando
a tres metros de mí.
Las miradas me dicen que estoy
en la antesala del desahucio.
Ya no invento esquemas mentales,
todo se reduce a la mísera libertad
de poder emborracharme.
Embotarme un poco más la cabeza.
Viva la droga dura
que me hace caer hasta lo más profundo
de mí mismo,
vivan los santos decapitados,
vivan los policías decapitados,
viva Rita y su puta madre,
viva el sadomasoquismo,
vivan las esquelas de quien no tuvo a nadie en su vida,
viva el espanto y la dureza,
viva ésta macabra noche negra que me espera.
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