Las aves moribundas vuelven al sol que atardece.
En ésta maravillosa tarde,
los edificios rojo-grises
pretenden atisbarme.
Pero yo me escondo en la luz amarillenta
como de dientes muy viciosos.
Y me quedo parado
como si esperara a alguien.
Igual no espero a nadie.
Las penumbras que son estrías
en el alma,
tililan en el asfalto levantado.
Cuántos ojos han mirado ésto?
Cuántas aves ya han caído
bajo las cunetas?
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