No quiero mirar pero sin parar te miro.
No quiero paz y es lo único que siento.
Y por las noches, solo, me estiro entre las sábanas
apareces entre mis sueños como sangre y alfiler
en mi ojo profundo.
Aquí me llena la energía del viento fresco.
Lo increíble de buscar algo y quedarse quieto,
intuyendo la luz entre los regueros viejos.
No quiero luz pero se reflejan en éste atardecer
todos mis ojos.
Siempre rojos y audaces
como si quisieran testigos.
Tú lo entiendes más que yo mismo.
Me hago sombra de los pinos y sigo avanzando
hacia el puntal por entre malezas y riscos.
Y allí arriba me paro y miro la tierra ascendido.
Hablando con flores de mil cardos, con los frutos
del enebro, al final todo conduce al mismo sitio.
Apurando mi ginebra, conservando mis instintos.
Sin detenerme a pensar cómo te vivo.
Cómo te aspiro en el viento de ésta tierra sagrada.
Cómo la ilusión crece y crece sin motivo.
Y mi cuerpo más pausado, más feroz, más precavido,
Y más lleno de amor hacia mi mundo.
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