La luz de ese baño difuminaba los espasmos de tu ausencia.
Era una luz casi mortuoria, infame, de ojos cerrados.
No era luz de piano solar.
Pero tú conocías las debilidades de los demás.
Y estabas ahí al lado y casi ya no estabas, te ibas y venías amarillenta y frágil.
Entonces yo me metí otra raya, y tú te aleJaste por completo.
No fuimos después sino recuerdos de un coito leJano pegado hace tiempo.
Y pelos rubios en la almohada,
y blancos canosos de los míos,
Hola amigo Miguel, que triste poema y la imagen mucho más triste, me dio pena leerlo.
ResponderEliminarUn gran abrazo que estés muy bien, cuidate.