Es inevitable cierta melancolía
al arrastrar tus pies por la tarde.
Con el pueblo al fondo,
subiendo la última rocha.
No hay más que hacer que jugar con los ojos y con los montes recortados a piedra y sueño.
Te sientas al borde del camino para que el viento fresco acaricie tu piel dormida.
Hasta que se hace de noche.
Y seguro que alguien te está buscando en tu guarida.
Y te llama,
pero no lo oyes.
Y te susurra,
y quizá lo sientas en el aire.
Pero sigues allí sentado, tristemente,
pensando en la verdad y la mentira
y no evitas esbozar una sonrisa infinita.
Al sentir que de verdad ahora estás donde siempre te has sentido feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario